El Nombre Bendito
 

El Juez Justo
Shafát  Mishpát
Septiembre 24, 2010

“Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.”                                         - II Timoteo 4:8

 

a comunión de Abraham con Dios era muy especial. Él patriarca conocía a Dios en una manera muy intima. Vemos esto ilustrado cuando Abraham está intercediendo a favor de los justos en Sodoma y Gomorra: “Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El JUEZ de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es JUSTO?” (Gén. 18:25).

La palabra juez que él empleó para Dios es la palabra hebrea shafát [h8199] y significa uno que gobierna y pronuncia sentencia. Y la palabra justo es la palabra hebrea mishpát [h4941], la cual significa veredicto o sentencia. Abraham está totalmente confiado que sólo Dios hace lo recto; es el que vindica, recompensa y el que nivela todo.

En esta intensa intersección, Abraham clama a Dios que haga distinción entre el justo y el impío. ¿No sería glorioso que nuestra vida sea distintiva de los impíos? Ellos están cargados de afán, ansiedad, depresión, dudas, y temores, aunque tengan dinero y belleza y todo lo que el mundo estima. Más nosotros, por la obra de la Gracia de Dios tenemos una vida fija en valores eternos los cuales son la fuente de nuestra paz y seguridad.

De la misma manera Pablo nos escribe, “Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (II Timoteo 4:8).

Pablo en prisión escribió esto cerca del año 63 d.C. Un año después, Nerón el emperador romano, quemaría la ciudad de Roma y culpó a los cristianos.  Y a Pablo lo ejecutarían dos años mas tarde. 

Sólo que antes de morir, describía la gran esperanza que había en su corazón;, decía que entraría a esa dimensión de la muerte con una expectativa única, esperaba encontrarse con Jesucristo el Juez Justo, que le habría de dar la corona de justicia.  El Shafát Mishpát es el que nos recompensa, nos corona y nos vindica.

¿Por qué le llama Pablo a Jesucristo el juez justo?  Le llama Juez porque el Hijo de Dios, al encarnarse siendo santísimo, es el único digno de poder juzgar al mundo con equidad, por esa razón, Dios en su Soberanía, lo establece: “Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo  (Juan 5:22).  Por lo tanto él es el Juez divinamente señalado. 

Además es Justo porque la única justicia válida es la que proviene de quien creó el universo y establece todos los parámetros de su orden moral.  Esta justicia sólo puede emanar del Altísimo.

Así siendo el hombre pecador, merecía ser condenado, pero hubo Jesús decidió pagar por nuestros delitos y lo hizo de una manera única: pagó con su infinita vida.  Una ilustración nos aclarará esto:

“Se dice que en alta mar una nave chocó con un iceberg. El buque se estaba hundiendo.  El angustiado capitán habló con todos los tripulantes y les dijo: -Alguien tiene que arriesgarse y lanzarse al mar para poner un tapón en el hueco por donde entra el agua.  Nadie quería ir porque sabían lo peligroso de la misión.  Pero entre la multitud hubo una voz voluntaria.  Para sorpresa del capitán vio que era su propio hijo.  Estremecido aquél capitán quería evitar que fuera su hijo, pero no pudo hacerlo porque nadie quiso ir, pues todos tenían miedo.  El capitán lo abrazó entre lágrimas y lo envió.  El muchacho bajó a tratar de tapar el hoyo, entre tanto en el barco se dieron cuenta que ya no entraba agua. Solo que no regresó el hijo del Capitán.  Cuando sacaron toda el agua del interior del barco, se estremecieron al ver aquel joven metido como tapón en la abertura y cubriendo así el hoyo con su propio cuerpo, todos lloraron al ver su cadáver y exclamaron: ¡El murió por nosotros!

Así es, el pecador que cree lo que Dios hizo al permitir que su Hijo Jesucristo muriera por él, Dios le aplica la justicia divina.  Y es el Juez Justo quien finalmente da el veredicto: ¡Declarado Justo delante del Rey!  Él justifica a quien cree en Su Hijo.  ¡Quien deposita su vida en el Juez Justo, se libra de la condenación y tiene vida eterna!

“Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de Él se os anuncia perdón de pecados, y que todo aquellos de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en Él es justificado todo aquel que cree (Hech. 13:38, 39).

La Justificación es el acto judicial de Dios imputado a un pecador, por motivo de la obra meritoria de Cristo, y recibido por él por esa fe que esencialmente lo une a su Sustituto y Salvador, donde Dios declara a ese pecador libre de las demandas de la ley, y le titula para recibir las recompensas del Pacto debido a la obediencia de ese Sustituye. Esto es lo que hace el Juez Justo: Te declara recto delante de Él. Es Su veredicto irrevocable.

Dios es el Autor de la Justificación. Él es quien justifica, como dice Pablo en Rom. 8:33, “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica”. Él es el Legislador y el Juez, por lo tanto Él es el único quien puede justificar.

Es un acto gratuito y de gracia, porque es elección suya que acepta un substituto, y porque Cristo y Su trabajo meritorio han sido asegurados y han sido dados por Dios mismo. “Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Rom. 3:24).

Nadie mejor que Pablo conocía la realidad, posición y privilegios de la Justificación. Toda su vida y ministerios pendían de esta verdad. Su amor se arraigaba y era cimentado debido a los privilegios y libertad que da ser justificado delante del Juez Justo.

David de igual manera fundamentaba su fe y adoración a Dios en base de esto: “Jehová juzgará a los pueblos; Júzgame [vindicar], oh Jehová, conforme a mi justicia, Y conforme a mi integridad. Fenezca ahora la maldad de los inicuos, mas establece tú al justo; Porque el Dios justo prueba la mente y el corazón. Mi escudo está en Dios, Que salva a los rectos de corazón. Dios es juez justo, Y Dios está airado contra el impío todos los días. Si no se arrepiente, él afilará su espada; Armado tiene ya su arco, y lo ha preparado” (Salmo 7:8-12).

Él sabía que sólo Dios puede levantar, prosperar, vindicar y tratar como justo. David estaba confiado solamente en la justicia de Dios.

Ciertamente este nombre glorioso está asociado a salvación, a una salvación poderosa y gloriosa. Si la salvación que tú tienes no es así entonces no conoces al Juez Justo.

Así lo declara Isaías, “Porque ciertamente allí será Jehová para con nosotros fuerte, lugar de ríos, de arroyos muy anchos, por el cual no andará galera de remos, ni por él pasará gran nave.  PORQUE JEHOVÁ ES NUESTRO JUEZ, JEHOVÁ ES NUESTRO LEGISLADOR, JEHOVÁ ES NUESTRO REY; ÉL MISMO NOS SALVARÁ. Tus cuerdas se aflojaron; no afirmaron su mástil, ni entesaron la vela; se repartirá entonces botín de muchos despojos; los cojos arrebatarán el botín.  No dirá el morador: Estoy enfermo; al pueblo que more en ella le será perdonada la iniquidad” (Isa. 33:21-24).

Nosotros luchamos duramente por nuestras riquezas, honores y seguridades. Pero cada una de estas es corruptible y perecedera, a pesar de nuestras mejores intenciones y esfuerzos. Todo es Vanidad. En cambio, cada mishpát [veredicto, sentencia, decreto] del Rey es nuestro tesoro incorruptible, eterno y fuente de gozo duradero.

Con razón el salmista amaba los mishpat de Dios. “Dichosos los que guardan juicio (guardar en el corazón los veredictos de Dios), los que hacen justicia en todo tiempo (actuar rectamente según esos decretos)” (Salmo 106:3). De esta manera, el fundamento para una vida agradable delante de Dios es guardar en el corazón los mishpát de Dios. Esto da la verdadera paz y la fuerza para la efectividad.

Los juicios decretados de Dios cuando son liberados y ejecutados por medio de la Fe liberan gloria a los santos. “Exalten a Dios con sus gargantas, Y espadas de dos filos en sus manos,  Para ejecutar venganza entre las naciones, Y castigo entre los pueblos;  Para aprisionar a sus reyes con grillos, Y a sus nobles con cadenas de hierro; Para ejecutar en ellos el juicio decretado; Gloria será esto para todos sus santos. Aleluya” (Salmo 149:6-9).

Dios ya sentencio; Dios ya declaró su veredicto de libertad. Sin embargo entre sentencia y ejecución de los juicios de Dios hay una distancia, la distancia de anhelar, ponerse de acuerdo, y declarar esos juicios de Dios. Esa distancia se llama Fe.

Así, una de las condiciones para alcanzar las maravillas de Dios sobre nuestra vida, familia, iglesia, y nación  es guardar los juicios decretados de Dios. Es decir, basar nuestras vidas según sus veredictos. Recordemos que cada veredicto de Dios es nuestro mayor tesoro. Sin estos juicios en acción permaneceremos en esclavitud y opresión. Los juicios de Dios son el fundamento para el creyente, son el fundamento para una vida poderosa.

Vivimos en una sociedad que ha olvidado completamente el camino a la vida, que ignora la sanidad, gozo, armonía, que produce seguir los dictámenes de Dios. Más los Juicios de Dios están ligados a la liberación.

Si anhelamos liberación, los juicios de Dios nos darán el fundamento entonces de nuestra nueva vida. Cuando tomamos la Cena del Señor, estamos proclamando que el sello de juicio de Dios contra el diablo y las tinieblas es ejecutado. Este es nuestro verdadero cántico. Los juicios de Dios no solo dan una verdadera canción en el corazón sino que nos dan nuestra verdadera identidad.

¿Por qué se lloraba en el cielo si no se abría el libro que estaba en la mano derecha de Dios, sentado en el Trono? Y una vez abierto, ¿qué pasó? “Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?’ (Apo. 5:2). Cada sello era un juicio de Dios.

Pero Jesús, el León de la tribu de Judá, la raíz de David, el Juez Justo venció para abrir el libro y desatar sus siete sellos. Obsérvese, por favor, lo que esto produjo: ¡Un poderoso cántico de liberación!

“y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra” (vv. 9-10).

Por los veredictos de Dios nosotros somos redimidos totalmente y somos reyes para gobernar y sacerdotes para ministrarle. Gloria a Dios por el Shafát Mishpát porque“Sion será rescatada con juicio, y los convertidos de ella con justicia (actuar según los veredictos)” (Isa. 1:27).

Es claro que cada uno de los juicios divinos producen libertad. No hay libertad sin juicio. Cuando los juicios decretados por Dios son ejecutados producen libertad de pecado, de vanagloria, de afanes, y liberación de ligaduras de impiedad. Cuando los juicios de Dios son guardados los hombres aprenden justicia.

“Oh Dios, da tus juicios al rey, Y tu justicia al hijo del rey. El juzgará a tu pueblo con justicia, Y a tus afligidos con juicio. Los montes llevarán paz al pueblo, Y los collados justicia. …Florecerá en sus días justicia, Y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna…Bendito Jehová Dios, el Dios de Israel, El único que hace maravillas. Bendito su nombre glorioso para siempre, Y toda la tierra sea llena de su gloria. Amén y Amén.”
                                                                             - Salmo 72:1-3, 7, 18-19

Aplicación Interna: “Mi Padre celestial, en el nombre de tu Amado Hijo, Juez Justo, yo te pido un corazón que guarde tus juicios, que sean el fundamento para todo mi pensar y la realidad eterna de dirijan mis pasos. Que tus juicios formen mis convicciones personales. Que sean la realidad innegable de todo lo que emprenda y concede tu éxito, porque escrito está, “Por vereda de justicia guiaré, Por en medio de sendas de juicio, para hacer que los que me aman tengan su heredad, Y que Yo llene sus tesoros. (Prov. 8:20-21).
Porque tuyo es el poder, la gloria y la honra, por siempre. Amen.”

Aplicación externa: “Mi Padre celestial, en el nombre de tu Amado Hijo, Juez Justo, yo te pido que vengan tus justos juicios sobre la tierra para sea hecha Tu voluntad por doquier. Abre los corazones de multitudes en muchas naciones para que sean libres del pecado y de la muerte. “Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto” (Isaías 9:67).
Porque tuyo es el poder, la gloria y la honra, por siempre. Amen.”

 

 

                                      En el nombre de el Juez Justo…
                                                                                 Dr. Johel LaFaurie  
   

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